En Ersilia, para establecer las relaciones que rigen la vida de la ciudad, los habitantes tienden hilos entre los ángulos de las casas, blancos o negros o grises o blanquinegros según indiquen relaciones de parentesco, intercambio, autoridad, representación. Cuando los hilos son tantos que ya no se puede pasar entre medio, los habitantes se van: se desmontan las casas; quedan sólo los hilos y los soportes de los hilos. Desde la ladera de un monte, acampados con sus trastos, los prófugos de Ersilia miran la maraña de los hilos tendidos y los palos que se levantan en la llanura. Y aquello es todavía la ciudad de Ersilia, y ellos no son nada. Vuelven a edificar Ersilia en otra parte. Tejen con los hilos una figura similar que quisieran más complicada y al mismo tiempo más regular que la otra. Después la abandonan y se trasladan aún más lejos con sus casas. Viajando así por el territorio de Ersilia encuentras las ruinas de las ciudades abandonadas, sin los muros que no duran, sin los huesos de los muertos que el viento hace rodar: telarañas de relaciones intrincadas que buscan una forma. (Calvino, 2009, p.35).
Ciudades invisibles es una instalación de sombras que busca reconstruir la memoria por medio del recuerdo. En esta obra utilizo como referente el cuento “Ersilia” que aparece en el libro Las ciudades invisibles, escrito por Italo Calvino en el año 2009. Esta instalación consta de un cartón negro que ha sido previamente calado a mano, representando una mesa a escala real en donde ya se han acomodado los platos, los vasos y los cubiertos. El cartón se ha situado a la altura de la mirada del espectador, dentro de una habitación oscura con el propósito de que la plantilla que da la imagen proyectada en el cielo de la habitación, no pueda ser reconocida fácilmente. La proyección se genera gracias a una fuente de luz ubicada a ras de suelo que apunta hacia arriba. Esta proyección, de una situación tan cotidiana como extraña y fantasmagórica, representa un recuerdo del hogar, que ahora ha tomado aires de melancolía y simboliza una instancia que se ha perdido pero que sin embargo no se ha olvidado. La reacción de los espectadores al interactuar con la obra, es como la de niños jugando en un teatro de sombras, siendo participes de este juego a contraluz que se presenta sobre ellos como algo conocido y desconocido al mismo tiempo.